LA FILOSOFÍA ENTENDIDA COMO UNA NECESIDAD


La filosofía, a menudo vista como una disciplina abstracta y lejana, es en realidad una necesidad intrínseca de la humanidad. Desde los albores de la civilización, los seres humanos han buscado respuestas a las preguntas fundamentales de la existencia: ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos? Estas inquietudes no son meros caprichos intelectuales; son pulsiones esenciales que configuran nuestra manera de estar en el mundo.

Una necesidad de orientación


La filosofía no solo nace del asombro, como decía Aristóteles, sino también de la necesidad de orientación en un universo caótico. En una época marcada por la velocidad, la tecnología y la incertidumbre, la filosofía actúa como un faro que ilumina los caminos posibles. Cuando las respuestas inmediatas y superficiales no bastan, es la reflexión filosófica la que nos permite discernir entre lo esencial y lo accesorio.

La necesidad filosófica radica en nuestra condición de seres conscientes. Reflexionar sobre el sentido de nuestras acciones, los valores que defendemos y las estructuras que organizan nuestras sociedades no es un lujo, sino un requisito para vivir con autenticidad y coherencia. En palabras de Kant, la filosofía nos invita a “atrevernos a saber”, a cuestionar lo dado y construir nuestra autonomía.

El vínculo con la existencia humana

La filosofía se convierte en una necesidad vital porque responde a inquietudes que ninguna otra disciplina aborda de manera tan profunda. La ciencia puede explicarnos el "cómo" de los fenómenos, pero es la filosofía la que se atreve a preguntar "por qué". La religión puede ofrecer consuelo, pero la filosofía se mantiene abierta al cuestionamiento continuo, sin temor al vértigo de la duda.

Además, la filosofía no es solo un ejercicio individual. Sus implicaciones colectivas son fundamentales. En un mundo donde las ideologías y las tecnologías pueden desbordar el control humano, la reflexión filosófica es necesaria para delimitar los horizontes éticos y políticos. Preguntas como “¿qué debemos hacer?” y “¿cómo debemos vivir juntos?” son urgentes para afrontar desafíos globales como la justicia social, la sostenibilidad ambiental y la convivencia en la diversidad.

El valor de lo inútil

Curiosamente, una de las críticas más comunes a la filosofía es su aparente inutilidad. Pero, como bien señalaba Ortega y Gasset, lo que hace a la filosofía invaluable es precisamente su inutilidad práctica. Su propósito no es producir, sino pensar. Y en esa capacidad de pensar reside su poder transformador. Un ser humano que no se cuestiona es un ser humano que se desentiende de su libertad, su responsabilidad y su capacidad de crear un futuro diferente.

La necesidad de filosofía no radica en resolver todos los problemas, sino en mantener abierta la posibilidad de interrogarlos. Esta apertura es lo que permite el progreso, no solo en términos científicos o tecnológicos, sino en la búsqueda del bien común y la realización humana.

La filosofía como resistencia

En un mundo saturado de información y distracciones, la filosofía es también una forma de resistencia. Resistir a la inmediatez, al conformismo y al olvido de lo importante. La filosofía nos invita a ralentizar, a profundizar y a recuperar el sentido en medio de la vorágine. Es un espacio donde lo humano puede reencontrarse consigo mismo, con su fragilidad y su grandeza.

Conclusión

La filosofía no es un lujo intelectual reservado a una élite, sino una necesidad inherente a nuestra condición humana. En tiempos de crisis, incertidumbre y cambio, se erige como una herramienta indispensable para comprendernos a nosotros mismos y al mundo que habitamos. Relegar la filosofía al ámbito de lo innecesario sería negar nuestra esencia como seres pensantes y cuestionadores. Porque, como diría Sócrates, una vida no examinada no merece ser vivida. La filosofía, lejos de ser un adorno, es el fundamento que nos permite existir con profundidad y propósito.

No hay comentarios:

Publicar un comentario